*de poéticas que se cruzan

febrero 27, 2013


EN CAMINO

I. 

No es que no tenga pasado. Es
que no es lo que es
ni lo que se creía.
                          Hay
hechos concluídos

                          y hay hechos
donde he perdido la ilación
de ser yo misma.
                         O así

imagino. Miro atrás
desde esta hora que figura
difíciles sentidos.
                         De aquí
se reconstruye aquello
que en verdad no estaba
                         construído
sino
      en proyecto.

                         Aquí es el lugar
donde se empieza
                         y donde vivo.



MUJERES A LA PÁGINA

Fuimos a derivar como una isla sin continente
y el mar empieza a ser visible. Seremos mujeres
al borde del agua y allí nos miraremos bajo el sol
que enrojece a las mujeres que se miran en el agua
con la intención mas bella de encontrarse
en el cielo, desdichas invisibles.

Aunque seamos tan feas como es posible,
una pintura que nadie quiso pintar,
un desacuerdo tónico de las notas,
una mala manera de decir que hay bellas
palabras que no llegarán y esperaremos,
un vaso donde el agua no ha querido
encontrar su forma, y la dejarás correr.

A la página, mujer.

¡ Oh esos dos dulces átomos de hidrógeno,
la bomba de la guerra más el óbolo
de oxígeno! ¡Nos dice que el mundo
es mundo! ¡No se puede,
mujeres, escribir con agua!

¿No se puede escribir con agua?

Sin embargo, este cuerpo que no es
ejemplar de la escultura ni accidente todavía
de la pura geografía, se sienta aquí como un objeto
y ya su propia manera de imitarlo:
agua para el corazón que es agua para la cabeza.
Agua es tres cuartas partes de lo que pesa.

¿Se puede escribir con agua?

A la página, mujer.

Después de todo, el fin del arte es el placer,
del que bien podríamos abstenernos
como de una moda. Seamos esta vez
la sed y el placebo de la sed,
hablando como amigas que sumergen
las piernas en el agua, sabiendo que depende
de la luna y también que regidas por la luna, 
cuando ella salga difícilmente
estaremos a su altura, enrojecidas por el sol,
ruborizadas ante el propio calor,
como sardinas nadando en aguardiente.

Eso es el mundo, etc. Una metáfora imposible
como agua de la luna. Y también está una:
digamos eau-de-vie, aqua vitae, agua de vida.
Y agua regia, como la vía, agua del rito
que no siempre podemos trasegar
pero que hay que beber lo mismo para que el pozo
no se seque y se haga arena ciega, agua sin sed. 

¿Se puede escribir con ella?

A la página, mujer.



[Mirtha Rosenberg. El árbol de palabras. Obra reunida 1984/2006. Bajo la luna, Buenos Aires, 2006]


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